Ayer, leyendo una revista de novedades literarias que compro casi todos los meses, me he di cuenta de lo que cambian los gustos. Sobre todo en lo que a literatura infantil y juvenil se refiere. Y, dándole vueltas a ese cambio de gustos, me ha dado por sonreír acordándome con nostalgia de aquellos cuentos y libros que fueron mis primeras lecturas y que aún conservo en casa de mis padres guardados en cajas esperando a que, algún día, nos volvamos a juntar.
Los primeros fueron los cuentos troquelados de Ferrándiz con sus preciosas ilustraciones: Caperucita roja, La ratita presumida, El sastrecillo valiente, Mariuca la castañera… (El año pasado los volvió a editar Planeta de Agostini y me encantaba verlos en los quioscos) los cuentos de los hermanos Grimm y los de Andersen…
Más tarde comencé con el mundo de los chistes o tebeos (ahora los llaman comics, pues vale) con dos grandes detectives creados por el genial Ibáñez: Mortadelo y Filemón. Y a estos les siguieron Zipi y Zape, Carpanta, Anacleto, Trece rue del percebe, El capitán Trueno, El Jabato…
Llegó la época en que la necesidad de más era superior a mí y mis padres comenzaron a regalarme aquellos preciosos cuadernillos de adaptaciones de los grandes clásicos, las “Joyas literarias juveniles” de la editorial Bruguera que tenían, más o menos, una página de viñetas por cada tres de texto. De ahí pasé a las colecciones “Historias Color” e “Historias selección”, de la misma editorial, con títulos como Sisi emperatriz, La isla del tesoro, Moby Dick, Las aventuras de Tom Sawyer, Miguel Strogoff… Preciosos, de tapa dura e impresos en un papel más bien áspero que olía requetebién. Algunos títulos los volví a comprar más tarde en su edición original, sin viñetas.

Poco tiempo después le toco el turno a las aventuras de Los Cinco y Los Hollister pero esta fue una etapa corta porque aquí, y gracias a mi madre, cayó en mis manos El diario de Anna Frank y a partir de ahí todo cambió de forma radical. Esta fue la época en que empecé a descubrir lo maravilloso que es tener un buen libro entre las manos: Los tres Mosqueteros, El caballero de Lagardère, El conde de Montecristo, Mujercitas, Las aventuras de Sherlock Holmes, Ivahoe, El último mohicano, La cabaña del tío Tom, Corazón, Ben-Hur, Ricardo corazón de león… Y otros muchos más hasta llegar al día de hoy. Y los que quedan por llegar.
Aquellos tebeos y libros marcaron toda una generación de jóvenes. Me marcaron a mí.
Me pregunto si los jóvenes de hoy saben quién es Julio Verne o Emilio Salgary. No sé si quiero saber la respuesta, algo me dice que me apenaría mucho.