lunes, 23 de abril de 2012

Sant Jordi 2012

 FlorLa verdad, a estas horas del día mas que celebrar Sant Jordi he ido a despedir a Jordi.

Como nadie me regala un libro el día de Sant Jordi, que también es el Día del Libro, pues me lo auto regalo yo. De la rosa se encarga mi librero que es un tío detallista. A pesar de que tengo una libretita donde voy apuntando títulos de libros a tener en cuenta en próximas compras, por Sant Jordi suelo aprovechar para comprar aquellos que leí hace tiempo y de los que guardo un estupendo sabor de boca pero que, curiosamente, no están en mi biblioteca. Son libros que en su día llegaron desde el préstamo bien de la biblioteca del colegio, de la del instituto, bien de la biblioteca del barrio. Algunos incluso me los prestó alguna alma cándida amiga que no pensó a lo que se arriesgaba dejándomelos. 

Este año le ha tocado el turno a Julio Cortázar. Ya están en casa sus "Cuentos completos". Una relectura que hace tiempo que me apetece volver a disfrutar. Creo que los voy a situar en la mesita de noche y los iré leyendo a sorbitos así podré combinarlos con otros libros (No sé por qué, quizás sea cosa de la costumbre, pero me resulta extraño tener empezado un sólo libro).

Ya hacía meses que cuando iba a La Biblioteca de Babel veía los dos tomos arriba en las estanterías guiñándome el ojo de manera seductora y esta mañana me he dicho "de hoy no pasan". Y aquí los tengo a mi lado esperando que estampe mi ex-libris y busque el punto de libro que les va a acompañar.

¡Qué contenta estoy!. Flor  

Aprovecho este rincón para felicitar a todos los Jorges y Jordis, especialmente  a mi Jorge favorito que, quien sabe, quizás algún día sus dibujitos ilustren algún libro maravilloso.

martes, 17 de abril de 2012

No puedo bailar.

Maraña

Se han empeñado el corazón y la razón en bailar juntos y me tienen asfixiada. No entienden que sólo puedo bailar con cada uno de ellos por separado, que cuando se empecinan en hacerlo los dos a la vez me hacen perder el ritmo y me agotan. Estoy en una pista en la que bailar me resulta imposible porque el cariño se tropieza con la sensatez, las lágrimas chocan con el control, el miedo y la incertidumbre se cruzan en el espacio del pragmatismo, la pasión impide avanzar al razonamiento, el enojo empuja a la lógica. Unos y otros se han ido enmarañando de manera tal que en la pista ya no se distinguen las parejas. No puedo seguir la música. Quiero quitarme los zapatos. Estoy cansada.

martes, 10 de abril de 2012

Al mal tiempo…

Soy de un pequeño pueblo situado en la costa este de Cantabria. Durante siglos tanto mi pueblo como los de alrededor se han dedicado principalmente a la ganadería, la agricultura y la pesca. Hoy en día, como en el resto de las zonas costeras de España, es la industria del turismo la mayor fuente de ingresos de la zona. Aunque en la zona se han construido numerosos hoteles el ochenta por ciento del turismo está formado por familias del País Vasco que han comprado segundas viviendas para disfrutar de fines de semana y vacaciones. El otro veinte por ciento son familias que vienen de tierras calurosas y buscan disfrutar de eso de "dormir con manta". Tanto los unos como los otros (bueno los unos más que para eso son norteños) saben que en el norte puede amanecer un día primaveral precioso y esa misma tarde caer chuzos de punta. Sabido es también que hay Semanas Santas en las que se puede disfrutar de unos días de playa magníficos y otras en las que hay que dormir con las katiuskas puestas.

Viene esto a cuento porque esta Semana Santa ha sido de las últimas: agua y frío de lo lindo. Yo encantada porque para calor y sequía ya voy a pasar bastante a partir de ahora pero, en general, la gente cabreada como una mona y peor: aburrida. Me he inflado a escuchar la frase "Nos volvemos a casa, es que con este tiempo no se puede hacer nada".

Y he estado pensando y creo que tienen razón. Cuando llueve hay muchísimas cosas que no se pueden hacer:

- No puede uno abrigarse, coger el paraguas y salir a dar un paseo.

- No se puede aprovechar para leer.

- No se puede jugar una partida familiar de parchís, damas, y si me apuran en casos extremos tampoco de bingo casero.

- No se puede ensuciar la cocina reparando todos juntos un buen chocolate y unas rosquillas y descubrir que somos unos reposteros de altura.

- No se puede disfrutar de una tarde de cine padres-hijos.

- No se puede reunir a los amigos para saborear un café y deleitarse con un gin-tonic bien conversado.

- No se puede narrar batallitas de "cuando yo tenía tu edad", ni inventar adivinanzas ni contar un cuento.

Lástima de lluvia la de cosas que nos quita de hacer. Menos mal que siempre se puede uno volver a su casa para enchufar a los niños al ordenador o la Play Station y a los padres a las tardes de María Teresa Campos.

Qué lástima me dan los padres y los hijos de hoy que no pueden tener esta maravillosa caja. No saben cuántas tardes de aburrida lluvia solucionó y cuantos buenos momentos en familia nos dio.

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martes, 3 de abril de 2012

Adiós Don Antonio Mingote.

MING-Libros mingote

No puedo evitar decirle adiós, Don Antonio, con una de las tantas sonrisas que usted supo provocarme. Le agradezco su sencillez, su sensatez, su educación, su inteligencia llena de humor, el uso respetuoso de sus pinceles y sus pinturas.

Descanse en paz.

El bosque animado.

Había una nube de color de topo apoyada en el monte Xalo, una nube pesada y desmedida que abrumaba el horizonte. Y vino el viento sur, afirmó los pies en el valle y se la echó a los hombros como un mozo puede cargar un saco de trigo colocado en un poyo. Pesaba tanto la nube  que en la tierra se sentía el aliento tibio y húmedo del viento que jadeaba ráfagas. Quería llevarlas hasta el mar, aún lejano: pero al pasar por el Cercebre los pinos que hay en las alturas de Quintán rasgaron la cenicienta envoltura y todos los granos de agua cayeron, apretados, sucesivos, inagotables, sobre la verde y quebrada extensión del suelo.

Llovió tanto que parecía mentira que restase aire para respirar en el espacio lleno de hilos líquidos y de partículas acuosas que iban i venían, flotando, con aspecto de diminutos seres vivos, como si aquel mar tuviese también su plancton... En los establos penumbrosos, los bueyes fumaban su propio aliento, y en el balcón techado del cura, el gato - con la cola pegada al costado izquierdo, como un espada-, sentado sobre su vientre, miraba con ojos de chino una hora y otra hora, entre los barrotes pintados de azul, cómo caían tubitos de cristal desde las tejas, adormecido en romanticismo.

Entonces la tierra se puso a trabajar, según su vieja sabiduría, para no anegarse, porque a la tierra le dura aún el terror del Diluvio y por eso emana de ella no sé qué de expectación solemne y de angustia que nos penetra imprecisamente cuando la flagelan los chubascos. ¿Dónde meter, Señor, tanta agua? ¿Qué hacer con ella? Y primero la escondió en los sembrados esponjosos y bajo la hierba de los prados, y luego hizo barro del polvo de los caminos, y como aún caía más, todo se dedicó a ayudarla. Las plantas bebieron hasta engordar; las corredoiras aviniéronse a convertirse en cauces; los arroyuelos que bajan hasta el río, olvidados entre herbazales se dieron una prisa ruidosa en llevar y verter su hinchada corriente; cada planicie arada se hizo cartel de escudo, a barras alternadas de plata y ocre, y como escudos de metal abandonados nacieron aquí y allá charcos inmóviles. En la fraga todos trabajaron también: los musgos se ensancharon; las piedrecitas de cuarzo de los senderillos dieron toda la tierra que adhirieran y se quedaron blancas y delatadas; cada hoja cargó todas las gotas que pudo soportar y las sostuvo en lo alto, y esos enanitos de gorros de colores que son los hongos y que tienen sangre de agua porque son hijos de la lluvia, nacieron a centenares, bruscos como un milagro, maliciosos y burlones; porque uno de tallo encorvado que tenía un remate plano e irregular, era evidente que caricaturizaba a la bruja de orto, que atravesaba la fraga con un viejo paraguas abierto , y otro pequeñito y de rojo casquete quería sin duda remedar a la niña del molinero que, cuando llovía, pasaba llevando una antigua y breve sombrilla encarnada de su madre.

(Wenceslao Fernández Flores)

Las imágenes que acompañan al texto las he tomado prestadas de Google y son de las Fragas do Eume (Galicia).  Parte de esta inmensa explosión de belleza luce ha sido destruida esta semana por algún malnacido. Que la madre tierra se levante contra él/ellos y les abrase de la misma manera.

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