La locución latina “Ex Libris” significa “de los libros de” y da nombre a esas marcas (pegatinas o sellos) que identifican la propiedad de un libro. Suelen colocarse en el reverso de la cubierta de un libro o en la guarda del mismo y tienen, además de la leyenda “Ex Libris”, el nombre del propietario del libro. Generalmente su contenido artístico tiene que ver con las aficiones o cualidades con que se identifica el titular.
En 1891 el francés Henri Bouchon en su obra "Los Ex libris y las marcas de posesión del libro", los definía como "la marca más antigua del amor sincero de los hombres por su bien literario. Es el blasón del espíritu, una bella y original manera de justificar el sentido de propiedad que no tiene otra explicación que el amor hacia los libros".
La primera marca de la que se tiene conocimiento como antecedente histórico de los ex libris es una pequeña placa de barro cocido y esmaltada en azul, con inscripciones jeroglíficas, que se conserva en el Museo Británico de Londres y que pertenecía al faraón Amenofis III (s. XV a.C). Figuraba como distintivo de posesión y se insertaba en las cajas de rollos de papiro pertenecientes al faraón. También los escribas mesopotámicos hacían constar al final de una obra además del titulo, la fecha y el nombre del copista, el nombre del propietario.
Durante la Edad Media los ex libris fueron inscripciones manuscritas hechas por monjes calígrafos en códices, biblias, beatos, libros de horas, o bien libros de caballería, feudos, privilegios etc., que aseguraban y garantizaban la propiedad de las obras. No obstante, no es hasta la invención de la imprenta en 1440, cuando se produce el auténtico inicio del ex libris tal y como hoy lo concebimos.
En esta primera etapa del ex libris el tema que predomina es el heráldico hasta que en el siglo XVIII es paulatinamente sustituido por el alegórico. Las técnicas empleadas van desde la xilografía durante los siglos XV y XVI, o la calcografía en los siglos XVII y XVIII hasta la litografía, serigrafía y fotograbado del siglo XIX.
En 1891 el francés Henri Bouchon en su obra "Los Ex libris y las marcas de posesión del libro", los definía como "la marca más antigua del amor sincero de los hombres por su bien literario. Es el blasón del espíritu, una bella y original manera de justificar el sentido de propiedad que no tiene otra explicación que el amor hacia los libros".
La primera marca de la que se tiene conocimiento como antecedente histórico de los ex libris es una pequeña placa de barro cocido y esmaltada en azul, con inscripciones jeroglíficas, que se conserva en el Museo Británico de Londres y que pertenecía al faraón Amenofis III (s. XV a.C). Figuraba como distintivo de posesión y se insertaba en las cajas de rollos de papiro pertenecientes al faraón. También los escribas mesopotámicos hacían constar al final de una obra además del titulo, la fecha y el nombre del copista, el nombre del propietario.
Durante la Edad Media los ex libris fueron inscripciones manuscritas hechas por monjes calígrafos en códices, biblias, beatos, libros de horas, o bien libros de caballería, feudos, privilegios etc., que aseguraban y garantizaban la propiedad de las obras. No obstante, no es hasta la invención de la imprenta en 1440, cuando se produce el auténtico inicio del ex libris tal y como hoy lo concebimos.
En esta primera etapa del ex libris el tema que predomina es el heráldico hasta que en el siglo XVIII es paulatinamente sustituido por el alegórico. Las técnicas empleadas van desde la xilografía durante los siglos XV y XVI, o la calcografía en los siglos XVII y XVIII hasta la litografía, serigrafía y fotograbado del siglo XIX.
El desenvolvimiento económico hizo que la cultura dejara de ser patrimonio exclusivo de la nobleza y el clero, y la heráldica que era el motivo principal de los ex libris fue sustituida por motivos alegóricos relacionados con las profesiones, aficiones o simples preferencias de los nuevos propietarios de bibliotecas de la nueva burguesía. Alrededor de 1900 se inician las primeras asociaciones, nace la figura del coleccionista, auténtico vertebrador del exlibrismo durante todo el siglo XX, se publican libros y revistas especializadas, se celebran congresos y exposiciones y el las manos de artistas elevan el nivel de calidad de las técnicas tradicionales de grabado. El ex libris, que en sus principios se utilizaba solamente para proclamar la pertenencia de un libro, se convierte en expresión estética y algunos son considerados auténticas obras de arte en miniatura, objetos de colección e intercambio a nivel internacional.
Fuente: Asociación andaluza de Ex Libristas.
Fotografía: Mi Ex Libris.
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