La ciudad de San Gallen lleva el nombre de un monje irlandés, San Galo, que fundó una ermita en este sitio a comienzos del siglo VII. Con el tiempo esa ermita se fue transformando en una de las abadías benedictinas más grandes de Europa.
Durante el reinado de Pipino “El Breve” se creó la famosa escuela S. Gallen dedicada a las artes, las letras y las ciencias. Y durante el mandato del abad Waldo de Reichenau muchos monjes irlandeses y sajones se instalaron en la abadía para copiar numerosos manuscritos formando así una extensa biblioteca.
A petición de Carlo Magno, se enviaron desde Roma diversos libros de salmos que extendieron el uso del Canto Gregoriano.
A mediados del S. XVII se comenzó a imprimir libros en la abadía.
En 1712 la abadía sufrió un saqueo y parte de sus tesoros y obras fueron llevados a Zurich y Berna.
En la actualidad queda poco de la arquitectura medieval original, la mayor parte de su estructura, incluyendo la Catedral, se reedificó en un estilo barroco tardío. Su suntuosa y cuidada decoración obliga a entrar con zapatillas de fieltro para no dañar el suelo de madera. Aun así, la biblioteca sigue siendo un tesoro cultural, tanto por sus manuscritos medievales (algunos datan del S. IX) como por su arquitectura. La abadía fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La biblioteca alberga una colección de 150.000 tesoros bibliográficos. Una inscripción en griego describe la sala como “la farmacia del alma” y entre sus medicamentos podemos encontrar códices del S. IX con iniciales de decoración gaélica que ocupan páginas enteras, o las inscripciones de un monje del S. X en las que confiesa que está cansado de escribir, o algunos incunables, o volúmenes encuadernados en marfil y con piedras preciosas, o misteriosos libros de antigua astronomía medieval.
Cada año el bibliotecario de la abadía realiza una selección de los fondos en función de un tema específico para exponerlos al público en la sala de lectura. Cada año el tema es un misterio y una sorpresa para los visitantes.
Durante el reinado de Pipino “El Breve” se creó la famosa escuela S. Gallen dedicada a las artes, las letras y las ciencias. Y durante el mandato del abad Waldo de Reichenau muchos monjes irlandeses y sajones se instalaron en la abadía para copiar numerosos manuscritos formando así una extensa biblioteca.
A petición de Carlo Magno, se enviaron desde Roma diversos libros de salmos que extendieron el uso del Canto Gregoriano.
A mediados del S. XVII se comenzó a imprimir libros en la abadía.
En 1712 la abadía sufrió un saqueo y parte de sus tesoros y obras fueron llevados a Zurich y Berna.
En la actualidad queda poco de la arquitectura medieval original, la mayor parte de su estructura, incluyendo la Catedral, se reedificó en un estilo barroco tardío. Su suntuosa y cuidada decoración obliga a entrar con zapatillas de fieltro para no dañar el suelo de madera. Aun así, la biblioteca sigue siendo un tesoro cultural, tanto por sus manuscritos medievales (algunos datan del S. IX) como por su arquitectura. La abadía fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La biblioteca alberga una colección de 150.000 tesoros bibliográficos. Una inscripción en griego describe la sala como “la farmacia del alma” y entre sus medicamentos podemos encontrar códices del S. IX con iniciales de decoración gaélica que ocupan páginas enteras, o las inscripciones de un monje del S. X en las que confiesa que está cansado de escribir, o algunos incunables, o volúmenes encuadernados en marfil y con piedras preciosas, o misteriosos libros de antigua astronomía medieval.
Cada año el bibliotecario de la abadía realiza una selección de los fondos en función de un tema específico para exponerlos al público en la sala de lectura. Cada año el tema es un misterio y una sorpresa para los visitantes.
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