
Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado poesía del arte de la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuanto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña, que acariciaba la panza reluciente de los peroles; los gruesos brazos del ama confundidos con la carne, no menos rolliza y sanguínea, del asado que aderezaba; las rojas mejillas de las muchachas, entretenidas en rozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándose entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento! Y momentos después, cuando el gaitero y los demás músicos vinieron a reclamar su parva o desayuno, el guiso de intestinos de castrón, hígado y bofes, llamado en el país mataburrillo, ¡cuán digna de su pincel encontraría la escena del rozagante apetito, de expansión del estómago, de carrillos hinchados y tragos de mosto despabilados al vuelo, que allí se representó entre bromas y risotadas!"
Esto es sólo una muestra de tantas con las que he disfrutado esta semana leyendo "Los pazos de Ulloa". Como siempre un auténtico placer leer a Dª Emilia Pardo Bazán, una mujer, una señora, grande donde las haya.
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