Incomodidades y retrasos a parte, le gustaba el autobús urbano. Consideraba este medio de transporte como un pozo de conocimiento del comportamiento humano.
Cuando cogía el autobús por la mañana para ir a trabajar o iba medio dormida o concentrada en todo lo que tenía que hacer en el día. Sin embargo, por la tarde de regreso a casa tras un duro día de trabajo, se entretenía observando a los pasajeros situados al alcance de su mirada y escuchando las diferentes conversaciones. No, no es que fuese una cotilla simplemente la fascinaba la falta de pudor que tienen algunas personas. A veces se preguntaba si serían así en cualquier situación o tan sólo cuando viajaban en el autobús.
Hay personas que a esas horas, de puro cansadas, apoyan la cabeza en la ventanilla y duermen, otras leen concentradas sin levantar la cabeza del libro, más de una vez, observando tanto a unas como a otras, ella había sufrido al pensar que se pasarían de parada. Hay personas que cuando ven subir a una señora mayor vuelven la cabeza en dirección a la ventanilla disimulando para no ceder el asiento, ante esta situación siempre pensaba “algún día te tocará a ti”. Pero, lo que más, lo que más le fascinaba era la desinhibición de algunos de los pasajeros a la hora de hablar por teléfono, o simplemente de hablar. “¿Acaso no les importa que el resto del pasaje se esté enterando de sus intimidades? Pues parece que no.”
Esa misma tarde, por ejemplo, había sido incapaz de cerrar sus oídos a la conversación que mantenían las dos señoras que viajaban detrás de ella.
- Y entonces ¿seguís viéndoos?
- Si.
- ¿Y no tenéis miedo?
- Nos vemos los sábados, su mujer trabaja hasta las dos y el niño va al parque con sus abuelos.
- Ya pero ¿y si ella apareciese un día, así de improviso, porque ha salido antes, no sé?
- Jajaja, si siempre le llama para avisar la muy tonta. “Miguel, que he acabado que voy para casa y si te apetece podemos ir a comer por ahí.”
- Chica, no sé, yo no podría estar así. Para estar así me separo y tengo libertad. Vamos digo yo.
- Pues sí, pero la verdad es que lo que él dice: “De momento tiene que ser así. Pero en cuanto mi suegro me venda las acciones… Me divorcio y nos vamos a vivir juntitos tú y yo”. Porque su suegro es accionista de una asesoría jurídica como sólo tiene una hija y ella no entiende nada de eso, pues que han pensado que lo mejor es que las acciones sean para Miguel que es un buen abogado laboralista.
Había estado escuchando incrédula esta conversación durante la media hora que dura el trayecto desde su trabajo hasta su casa. La una preguntando como si tal y la otra respondiendo orgullosa y sin ningún tipo de recato. Y ella sentada delante, asombrada, si poder evitar escuchar y sin dar crédito a lo que oía.
Unos metros antes de su parada, se levantó de su asiento y al girarse miró para poner cara a las voces. Tocó el botón de parada. El autobús paró bruscamente, las puertas se abrieron y ella descendió. De camino a casa no podía evitar pensar en aquellas dos mujeres y en su conversación.
Cuando llegó al portal, metió la mano en el bolso para sacar las llaves, agitó el bolso para ver por dónde sonaban, no las encontraba, no estaban. Respiró hondo, volvió a agitar el bolso y se dio cuenta de que las había metido en el bolsillo exterior. Las sacó, abrió el portal y subió al ascensor.
Ya en casa se preparó una taza de café con leche, fue al salón, se sentó en el sofá y cerró los ojos. Diez minutos después descolgó el teléfono, marcó los números y esperó.
- Hola papá.
- Hola cariño ¿cómo estás?
- Bien. Papá ¿a qué hora abrís la asesoría?
- A las nueve ya deberías saberlo.
- Mañana a las nueve y media estaré allí. Por favor busca al mejor abogado de divorcios que tengas. Nos vemos mañana, ahora estoy cansada.
Y colgó.
Cuando cogía el autobús por la mañana para ir a trabajar o iba medio dormida o concentrada en todo lo que tenía que hacer en el día. Sin embargo, por la tarde de regreso a casa tras un duro día de trabajo, se entretenía observando a los pasajeros situados al alcance de su mirada y escuchando las diferentes conversaciones. No, no es que fuese una cotilla simplemente la fascinaba la falta de pudor que tienen algunas personas. A veces se preguntaba si serían así en cualquier situación o tan sólo cuando viajaban en el autobús.
Hay personas que a esas horas, de puro cansadas, apoyan la cabeza en la ventanilla y duermen, otras leen concentradas sin levantar la cabeza del libro, más de una vez, observando tanto a unas como a otras, ella había sufrido al pensar que se pasarían de parada. Hay personas que cuando ven subir a una señora mayor vuelven la cabeza en dirección a la ventanilla disimulando para no ceder el asiento, ante esta situación siempre pensaba “algún día te tocará a ti”. Pero, lo que más, lo que más le fascinaba era la desinhibición de algunos de los pasajeros a la hora de hablar por teléfono, o simplemente de hablar. “¿Acaso no les importa que el resto del pasaje se esté enterando de sus intimidades? Pues parece que no.”
Esa misma tarde, por ejemplo, había sido incapaz de cerrar sus oídos a la conversación que mantenían las dos señoras que viajaban detrás de ella.
- Y entonces ¿seguís viéndoos?
- Si.
- ¿Y no tenéis miedo?
- Nos vemos los sábados, su mujer trabaja hasta las dos y el niño va al parque con sus abuelos.
- Ya pero ¿y si ella apareciese un día, así de improviso, porque ha salido antes, no sé?
- Jajaja, si siempre le llama para avisar la muy tonta. “Miguel, que he acabado que voy para casa y si te apetece podemos ir a comer por ahí.”
- Chica, no sé, yo no podría estar así. Para estar así me separo y tengo libertad. Vamos digo yo.
- Pues sí, pero la verdad es que lo que él dice: “De momento tiene que ser así. Pero en cuanto mi suegro me venda las acciones… Me divorcio y nos vamos a vivir juntitos tú y yo”. Porque su suegro es accionista de una asesoría jurídica como sólo tiene una hija y ella no entiende nada de eso, pues que han pensado que lo mejor es que las acciones sean para Miguel que es un buen abogado laboralista.
Había estado escuchando incrédula esta conversación durante la media hora que dura el trayecto desde su trabajo hasta su casa. La una preguntando como si tal y la otra respondiendo orgullosa y sin ningún tipo de recato. Y ella sentada delante, asombrada, si poder evitar escuchar y sin dar crédito a lo que oía.
Unos metros antes de su parada, se levantó de su asiento y al girarse miró para poner cara a las voces. Tocó el botón de parada. El autobús paró bruscamente, las puertas se abrieron y ella descendió. De camino a casa no podía evitar pensar en aquellas dos mujeres y en su conversación.
Cuando llegó al portal, metió la mano en el bolso para sacar las llaves, agitó el bolso para ver por dónde sonaban, no las encontraba, no estaban. Respiró hondo, volvió a agitar el bolso y se dio cuenta de que las había metido en el bolsillo exterior. Las sacó, abrió el portal y subió al ascensor.
Ya en casa se preparó una taza de café con leche, fue al salón, se sentó en el sofá y cerró los ojos. Diez minutos después descolgó el teléfono, marcó los números y esperó.
- Hola papá.
- Hola cariño ¿cómo estás?
- Bien. Papá ¿a qué hora abrís la asesoría?
- A las nueve ya deberías saberlo.
- Mañana a las nueve y media estaré allí. Por favor busca al mejor abogado de divorcios que tengas. Nos vemos mañana, ahora estoy cansada.
Y colgó.
10 comentarios:
Se me escapó un coooño, con el final del relato. Perdón.
Buenísimo!! El final es toda una sorpresa! Dos lecciones aprendidas. No hables muy alto, nunca sabes quién puede estar escuchando. Y la otra lección ¡estate alerta, pon atención a tu alrededor, nunca sabes si será vital en tu vida!
Expléndido texto, enhorabuena amiga!
Un besuco.
HOlaaaaa.. a veces pasa que te enteras de las conversaciones que mantienen en el bus o metro.. y no hay ningún pudor ni intimidad, y hay algunos que chillan para que se les escuche mejor..
El final del relato me ha dejado un poco... con los ojos abiertos...
Un abrazo niña y felices sueños
Muy bueno!!
Muy ameno.El ritmo va como el bus y te mete en la historia.El final, genial aunque real,eso pasa a veces que la gente comenta sin pensar en la sensibilidad del que tiene al lado, o pasando de lo que puedan pensar los demás.a ver cuando continua la historia...siguiente capítulo:que harà cuando vea al marido para ir a comer, jeje
Perdonado Fermín, que para eso somos paisaucos.
Libertad, sorpresas tiene la vida ¿verdad?
Balovega, no chillan, te lo cuentan quieras o no.
Jose, Gracias.
Anónimo, no se esconda usted por favor. Dígame cúal es su nombre que me tiene en ascuas.
Fantástico relato, con sorpresa final como los buenos.
Me sumo a los aplausos, Anjanuca.
Y me apunto a la continuación.
Un abrazo.
No me extrañaría que lo haya vuelto a hacer. ¿Desapareció el mensaje porque en realidad no lo publiqué? Ay, lo siento... que contaba una batallita de mis tiempso jóvenes, pero lo importante es que decía que me gusta tu historia, que yo no sé si me calalría o me retiraría en silencio, pero que tu opción es sin duda especialmente elegante. Hala.
Por favor, borra este mensaje si existe el anterior, jaja, a lo mejor me precipito.
Disfruta de este fin de semana especial, un abrazo
.
Gracias Juán Nadie, Anderea y Wara. Me alegra que os haya gustado.
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