Si alguna vez llegas a los ochenta años, comprenderás que a esa edad nos sentimos como hojas a finales de septiembre. La luz del día dura menos y el árbol, poco a poco, empieza a acaparar para sí las sustancias nutritivas. Nitrógeno, clorofila y proteínas son reabsorbidas por el tronco y con ellos se van también el verdor y la elasticidad. Estamos todavía suspendidos en lo alto, pero sabemos que es cuestión de poco tiempo. Unas tras otras van cayendo las hojas vecinas: las ves caer y vives en el terror de que se levante viento. Para mí el viento eras tú, la vitalidad pendenciera de tu adolescencia. ¿Nunca te diste cuenta, tesoro? Hemos vivido sobre el mismo árbol, pero en estaciones diferentes...
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3 comentarios:
Me pareció tan fantástico este libro. Lo disfruté de principio a fin. Casi en cada párrafo encontraba una imagen, sencilla, entrañable y significativa para mí.
Gracias por recordarlo, Anjanuca.
Besos.
Anderea, hay una segunda parte del libro se titula "Escucha mi voz" y es tan entrañable como "Donde el corazó te lleve". ¡Venga! que la feria del libro empieza este fin de semana, y además está en edición de bolsillo :)
Gracias por la sugerncia, Anjanuca.
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