
Los lectores de tabaquerías comenzaron su labor pagados mediante una modesta cuota semanal entregada por los trabajadores, costumbre que perduró hasta el triunfo de la Revolución. En sus inicios, la lectura se realizaba por los trabajadores designados, los que se turnaban cada cierto tiempo. Pero pronto la lectura por turnos dejó de prevalecer, y el cargo de lector lo ocupó la persona que ganó esta plaza por oposición. Por medio del Presidente, se hacía una votación puesto por puesto y se sacaba por la mayoría. Generalmente era una persona instruida y educada a quien se le dispensaban grandes atenciones.
Partagás es la más antigua de las fábricas de cigarros de Cuba y en ella apareció por primera vez la figura del lector de tabaquería, profesión que se mantiene hasta la fecha y cuyo objetivo es el de leer en voz alta a los trabajadores.
Partagás es la más antigua de las fábricas de cigarros de Cuba y en ella apareció por primera vez la figura del lector de tabaquería, profesión que se mantiene hasta la fecha y cuyo objetivo es el de leer en voz alta a los trabajadores.
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Montecristo es, probablemente, la marca más conocida del mundo, las más apreciada y la más vendida, una referencia por la que se mide a todos los demás Habanos. Su nombre se origina en el personaje de la novela El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas. El lector de tabaquería leía la novela a los Torcedores de la Fábrica de H. Upmann en la Habana, dónde se fundó la marca en 1935. Tal fue la aceptación de esta novela, que se decidió dar el nombre del protagonista de la novela a la nueva marca.
En las fábricas de tabaco en Tampa, Florida, los obreros perdieron el derecho de tener un lector cuando perdieron una huelga en los años 30. Antes de esa época, los obreros tabacaleros tenían un conocimiento de la gran literatura mundial, a pesar de que muchos de ellos eran analfabetos.
En las fábricas de tabaco en Tampa, Florida, los obreros perdieron el derecho de tener un lector cuando perdieron una huelga en los años 30. Antes de esa época, los obreros tabacaleros tenían un conocimiento de la gran literatura mundial, a pesar de que muchos de ellos eran analfabetos.
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