Una de las cosas que más me gustan es cocinar. Cocinar me relaja y me distrae. Mientras cocino me siento alquimista. Me encanta la transformación que van adquiriendo los alimentos frescos en el proceso de preparación del plato. Y los olores, la intensidad que adquieren las verduras al ser cortadas, la carne mientras se fríe, la fruta cuando se pela, el olor que emana del mortero cuando se machaca lo que será el adobe de un lomo de cerdo… En concreto hay dos aromas que me envuelven cuando estoy cocinando: Uno, el del sofrito de ajo y cebolla rehogándose lentamente al chup, chup del fuego y el otro el del perejil recién cortado. El primero me transporta directamente hasta la cocina de mi madre donde siempre huele a hogar y amor, el segundo me trae la imagen de mi padre saliendo a la calle y poniéndose las albarcas para ir a cortar un poco de perejil que le ha pedido mi madre.
Los platos de invierno, los de cuchara que le decimos, me gustan mucho más que los de verano. Donde estén unas buenas lentejas con morcilla o un exquisito cocido montañés de mi tierruca que se quiten todas las ensaladas del mundo (el forraje para las vacas). Hoy por ejemplo, venía conduciendo por la autopista con un frío polar y lloviendo y de pronto me vino un antojo: voy a hacer para cenar unas patatas en salsa verde con un poco de esa merluza que descongelé ayer.
Y en esas estaba hace un rato cuando el olor de las patatas y el color de ese preciado perejil me llevaron hasta una escena muchas veces contemplada: mi madre en la cocina poniendo cariño sobre sus cazuelas y mi padre en el salón, frente a la chimenea, diciendo “Chuli (mi padre llama a mi madre así cariñosamente), no sé qué estás haciendo pero huele que alimenta”. Y en la cocina el último ingrediente derramándose sobre la cazuela. La sonrisa de la cocinera.
Foto: La chimenea de mis padres.
8 comentarios:
Es acogedora esa chimenea, y tu texto también.
Ah, el cocido montañés...!
Juan Nadie, si que es acogedor ese rinconcito. Pero en casa todos preferimos la cocina. Mis padres dicen que en la cocina hemos cocinado la familia.
Y el codido, con su berza, su moricilla y el chorizo... para saltarse las lágrimas.
Besucos.
Tu relato huele a hogar.
Creo que la cocina es el sitio más valioso de la casa, es un lugar mágico y lo que pasa por las manos amorosas de quien prepara los alimentos, se convierten en alimentos para el cuerpo y el alma.
El ajo y la cebolla huelen a infancia:)
Me encantan las ensaladas pero no me privo de los platos de "cuchara"
Tengo un amor con las lentejas ñam!
Adorable, me encantó.Besos
Cantares tenés toda la razón, en las cocinas se cuecen alimentos y personas. En la de mi madre ha habido risas, lágrimas, confesiones, besos y abrazos, riñas, bromas, "robos furtivos"...
Cómo va cambiando la intensidad del aroma del ajo y la cebolla de la infancia a la madurez ¿verdad?. Pasa de un ¡puag! a un ¡Uuuuhhmmmm! sin darnos cuenta.
Besucos.
No se que me huele mejor, si la cocina o el cocido, (buena pinta tiene el que ha hecho Mila para mañana).
Un reproche, volviste a casa y estuve esperando una llamada.
Un besuco.
Te comprendo cuando dices que cocinar es como si uno fuera alquimista,pero a mi no me llama la atencion porque despues de cocinar te acuerdas de la madre ......del que saco el frotar se va a acabar.
En eso del forraje y el verde tengo mi teoria como estan de gordos los elefante ,rinoceronte etc comiendo verde todo el dia y mira los leones y los tigres que agiles estan,no puede ser sano comer tanto verde.
Un abrazo y prefiero la calefaccion por radiadores no mancha ni te tienes que preocupar de rellenar con leña o con cualquier combustible fosil en perjucio del planeta.
Hola de visita por tu blog y me encuentro como en casa con la chimenea encendida que gusto. Saludos
Tejón, sin duda huele mejor el cocido de Mila. Te debo una disculpa, lo sé, pero sucedió algo inesperado y no tuve tiempo para todo.
¡Hombre Jose Manuel! que ya hay lavavajillas. Por cierto me gusta tu teoría de las ensaladas. Qué sabia es la naturaleza jajaja.
Nany, esta ES tú casa. Además he visto que eres cocinera, siempre tendré algo que aprender de tí.
Besucos a todos.
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