lunes, 11 de junio de 2012

La revolución silenciosa…

Hace unos días que  una amiga me envió el enlace a un blog de un cuentacuentos llamado Pep Bruno y me dijo: Lee este artículo te va a encantar.

¡Vaya que si me ha encantado! y, además, comparto cada una de las palabras que lo componen y afirmo que yo también soy revolucionaria.

Aconsejo una visita a su web: www.Pepbruno.com es muy interesante.

Patricia Metola2

LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA: LEER COMO ACTO DE REBELDÍA.

Podría decir que leo por costumbre, pues leer es un hábito que arraigó en mí desde bien niño y que he seguido cultivando a lo largo de mi vida.

También podría asegurar que leo por placer: son muchas las páginas que disfruto intensamente, muchas las que me han dado un gozo inolvidable.

Incluso podría afirmar que leo por puro egoísmo, porque leer es una experiencia honda, íntima, que me alimenta y calma mi sed.

En verdad todo esto podría decir. Y decirlo sin mentir: porque leo por hábito, leo por placer, leo por egoísmo.

Pero pienso que el motivo último de mi militancia en el equipo de los lectores recalcitrantes es porque leer, hoy en día, se ha convertido en una actividad revolucionaria. Leer es un modo de rebeldía, un frente abierto contra el conformismo, una guerra de guerrillas contra los días grises y las noches frías.

Leer frente al ritmo.

Vivimos de manera trepidante, con los bofes fuera, siempre a la carrera y sin un instante para recuperar el resuello. Estos son los días que dicen que nos han tocado: días de frenético tejer/destejer, de agotamiento crónico y de velocidad sin tregua.

Días en los que no hay tiempo para el cese del movimiento, la parada, la quietud: mirar cómo las hojas amarillean y caen de los árboles, ver cómo el viento las arrastra, palpitar con el atardecer, sentarse en la calle y sentir cómo el frío se clava en la piel. Sentir, mirar, parar.

Frente al ritmo atropellado de los días leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es detener el reloj, es abrir una puerta que da a otro tiempo, a otros días, a otras vidas.

Leer es un insólito acto de rebeldía, un palo entre las ruedas del engranaje incesante, un torpedo en la línea de flotación de la maquinaria que alimenta la cinta sinfín bajo nuestros pies.

Leer es romper el espejo, hacerlo añicos, y cruzar al otro lado.

Leer frente al ruido.

Estos días que vivimos no tienen cabida para el silencio: el ruido, todo él, habita entre nosotros. Ruido en la calle, ruido en las casas, ruido en los corazones; pantallas que hablan, motores que suenan, ascensores que desafinan... no hay un hueco de silencio entre la mañana y la noche ni entre la noche y la mañana.

El perpetuo ruido se ha incrustado en nuestra cabeza, como un taladro ha llegado al centro de todo y allí se ha convertido en un zumbido constante, severo, contumaz.

Es más: el ruido que hemos tragado y tragado y tragado ahora nos habita y mana, incluso, de nosotros. Ni siquiera bajo el agua es uno capaz de sentir la blanca estepa del silencio, de percibir la sólida presencia del silencio, de dejarse acariciar por el terciopelo suavísimo del silencio.

El ruido es el rey de nuestros días.

Y frente al ruido incontenible leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es acallar todas las voces estridentes, es quebrar la continuidad del ruido, meterlo en un saco y lanzarlo al fondo del pozo y entonces permitir que, de nuevo, aparezca el silencio. Abrir un libro es tumbarse en una pradera en calma, territorio fértil para soñar historias, para imaginar, para escuchar y escucharnos.

Abrir un libro es llenar el mundo de silencios, de esos silencios imprescindibles para la emoción, para sentir que respiramos, que cerramos los ojos, que somos.

Leer frente al dogma.

Son tiempos de uniforme, son tiempos de globalizar(nos), son tiempos de cáscaras brillantes y fondos someros. Son tiempos de pocas preguntas y mucho dogma: este es el mundo que nos ha tocado vivir, resignación.

Y estos son los días que vivimos, días de idénticos gustos, de idénticos deseos, de idénticos pensamientos, días en los que la fábrica de ideas alumbra eslóganes fútiles y vistosos para alimentar nuestras bocas y rellenar de palabras prefabricadas nuestros sueños. El deseo, nuestro deseo, está en manos del mercado y en este teatrillo nosotros somos los títeres que habitan en un sueño. O en una pesadilla.

La doctrina entra por el ojo y la oreja y se agarra firme adentro. El mercado nos hace iguales: somos carne de tarjeta visa.

Y frente al adoctrinamiento exitoso leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es alimentarse de palabras, es rumiar ideas, es discutir y reflexionar y pensar y crecer y criticar.

Así pues, leer es un enorme acto de rebeldía que nos hace críticos, inconformistas, diferentes, preguntones, inquietos... Leer es romper la maquinaria de los moldes iguales, de las identidades manipulables, de la carne de mercado. En especial leer esos libros que no alimentan las calderas de ese mercado.

¡Si hasta se pueden leer libros gratis cogidos en préstamo en las bibliotecas públicas! ¡Dónde se ha visto acción tan revolucionaria en el reinado del consumismo y la globalización!

Leer frente a la inacción.

Son tiempos incomprensibles, nos dicen. Pasan cosas inevitables, insisten. Nada podemos hacer, afirman. Y mientras tanto nos invitan a sentarnos y ver pasar los días: resiste, aguanta, agacha la cabeza, un poco más, resiste, aguanta, mira la televisión... tú aún eres de los afortunados, te recuerdan. Resiste. Aguanta.

Y quieto, no vayas a mover ni un dedo, ni pestañees, no sea que se altere el universo, se rompa el equilibrio, se abran las compuertas y te arrastre la corriente hasta lo hondo.

Frente a la quietud humillante leer un libro se convierte en un acto de rebeldía: coger un libro activa el músculo, activa el ojo, activa el cerebro, activa la voluntad de ser partícipe, la responsabilidad, la implicación de quien lee. El libro exige al lector, da por ciento lo que exige pero exige. Pide ¡calla!, pide ¡escucha!, pide ¡atento!... y el lector participa y se hace responsable de eso que sucede en ese instante de lectura. Ser responsables y protagonistas de lo que nos sucede es, sin lugar a dudas, la mayor de todas las rebeldías imputables al libro.

Sí, podría decir que leo por hábito, que leo por placer, que leo por egoísmo.

Pero cada vez estoy más convencido de que leo porque pertenezco a la Resistencia, porque soy un rebelde. Y pienso que hay muchas cosas todavía que deben cambiar. Con un libro en la mano soy peligroso: pienso, sueño, hago preguntas, soy responsable, habito el tiempo... inicio la revolución silenciosa que hará otro mundo mejor.

Seguro.

Pep Bruno . www.Pepbruno.com

Imagen: Patricia Metola. http://patriciametola.blogspot.com.es/

7 comentarios:

Jose dijo...

"Leer como acto de rebeldia" Muy buena frase,por eso estos listos no quieren a la gente informada y nos llena la cabeza con tonterias que no vienen a cuento.Soy un rebelde..
Besos

Juan Nadie dijo...

Leer frente al dogma, me quedo con eso. Bueno, me quedo con todo el artículo, pero yo ya me entiendo.

Leer, leer... Lean, por dios, ¿se van a ir del mundo tan ignorantes como vinieron?

Cantares dijo...

Estupendo!
Me encantó, leer transporta a mundos maravillosos
Besos

ILONA dijo...

Yo también soy revolucionaria. La mejor arma, un libro.

Almudena dijo...

Es sabido que los tontos son más manejables, lo que nadie piensa es que la ignorancia es más peligrosa que cualquier arma JM.

Leer frente al dogma y frente al ruido son con los que más me identifico. Auanque yo también me/te entiendo Juan Nadie.

Cantares, leer es muchos mundos.

Ilona, luchemos por esa revolución.

Besucos

Anónimo dijo...

Me quedo con... leer.

Y la ilustración.

Un beso, Anjana. Cuídate de las farolas, señales y postes, en gerneral.

Pato dijo...

Ayer lo leí, pero me dolía tanto el brazo que no te comenté nada (encima moría por responder en el otro mundo del feizz, gracias tb por lo de allí)

y sólo vuelvo para darte las gracias por habernos contactado con este escrito, que me hizo profundamente bien leer

YO LEO POR LO MISMO, ES UNA FORMA DE RESISTIR A TODA LA MEDIOCRIDAD QUE SE NOS IMPONE, no hay mejor soldado que el que lee, ni mejor arma que un buen libro.

Un abrazo y un matecito =)