Retiró el edredón lleno de rabia, saltó de la cama, se puso las zapatillas y bajó malhumorado a desayunar.
Entró en la cocina con cara de pocos amigos, dio un beso de mala gana a su madre y se sentó esperando la taza de Cola-Cao caliente que todas las mañanazas le ponía en la mesa junto a sus galletas favoritas. Hoy mamá le miraba con sonrisa burlona, no sabía qué le hacía tanta gracia desde luego él no tenía ganas de reír.
Era injusto, muy injusto. ¿Acaso no se había portado bien toda la semana? Vale, de acuerdo quizás había hecho rabiar un poco a su estirada hermana, Claudia, pero era verdad, le habían puesto el nombre de una ciruela. Y además, tampoco era para tanto. Haberse reído del nombre de su hermana no era tan grave como para merecerse esto.
Sólo le faltaban diez euros para poder comprarse el nuevo juego de la PSP, sólo ¡Diez tristes euros! Diez euros, ¡sólo quería diez euros! Había dado mil vueltas en la cama, nervioso, soñando con esos diez euros. Y ¿qué es lo que tenía? Una caja de pinturas “Alpino”. ¡Una caja de pinturas! Pero ¿para qué demonios necesitaba él una caja de pinturas? ¿Alguna vez le había visto alguien dibujar? Pues eso, que no.
Mojó una galleta en el Cola-Cao, la sacó de la taza y cuando iba a morderla se detuvo lleno de rabia y gritó: ¡Tacaño de mierda! ¡Una caja de pinturas!
Estaba decidido: el próximo diente lo tiraría a la basura. No quería volver a saber nada del ratoncito Pérez ni de ningún otro maldito roedor.
Entró en la cocina con cara de pocos amigos, dio un beso de mala gana a su madre y se sentó esperando la taza de Cola-Cao caliente que todas las mañanazas le ponía en la mesa junto a sus galletas favoritas. Hoy mamá le miraba con sonrisa burlona, no sabía qué le hacía tanta gracia desde luego él no tenía ganas de reír.
Era injusto, muy injusto. ¿Acaso no se había portado bien toda la semana? Vale, de acuerdo quizás había hecho rabiar un poco a su estirada hermana, Claudia, pero era verdad, le habían puesto el nombre de una ciruela. Y además, tampoco era para tanto. Haberse reído del nombre de su hermana no era tan grave como para merecerse esto.
Sólo le faltaban diez euros para poder comprarse el nuevo juego de la PSP, sólo ¡Diez tristes euros! Diez euros, ¡sólo quería diez euros! Había dado mil vueltas en la cama, nervioso, soñando con esos diez euros. Y ¿qué es lo que tenía? Una caja de pinturas “Alpino”. ¡Una caja de pinturas! Pero ¿para qué demonios necesitaba él una caja de pinturas? ¿Alguna vez le había visto alguien dibujar? Pues eso, que no.
Mojó una galleta en el Cola-Cao, la sacó de la taza y cuando iba a morderla se detuvo lleno de rabia y gritó: ¡Tacaño de mierda! ¡Una caja de pinturas!
Estaba decidido: el próximo diente lo tiraría a la basura. No quería volver a saber nada del ratoncito Pérez ni de ningún otro maldito roedor.
7 comentarios:
Holaaaaaaaa... simpático el ratoncito .. le había dejado una caja de pinturas y el niño solo quería dinero para su psp.. así son los niños llenos de egoísmo, y no saben que unas pinturas son una joya, cuanto niños darían por tener esa cajita de alpino..
Un besazo grandote
Me ha gustado tu cuento, Anjanuca.
Una de dos: o El Ratoncito Pérez no está actualizado o ha entrado a hacer la guerra a los artilugios tecnológicos. Bueno, en realidad, se me ocurren algunas otras posibilidades.
Pero el cuento está estupendo, sobre todo el "¡Tacaño de mierda!". Es muy real.
Un besazo, Anjanuca.
Gracias Balovega y Anderea, Yo creo que lo que ha intentado el "ratoncito" es enseñar al niño que toda acción tiene una consecuencia. Segun cómo te portes, se portarán contigo.
Pues si tú lo crees, Anjanuca,... "donde hay patrón no manda marinero".
De cualquier modo me gusta el relato.
Un abrazuco.
Anderea, alguien dijo que "nadie lee el mismo libro", supongo que sucede lo mismo con los cuentos :) eso es una de las cosas interesantes de leer ¿no?
Besucos y otro abrazuco para tí.
Un roedor campeón!
Enhorabuena, una vez más, por el relato.
Ay Nuria, no puedo evitar sentirme genial :). Gracias.
Un besuco.
Publicar un comentario