viernes, 30 de octubre de 2009

El día de los difuntos.

Cuenta una leyenda Huasteca de Tampamolón, municipio de San Luis de Potosí (México), que hace tiempo vivía en un hombre raro y solitario. No se había casado y no tenía hijos, sus padres habían fallecido y sus hermanos eran “espaldas mojadas” que vivían en Estados Unidos.

Este hombre no soportaba la festividad de los Difuntos y evitaba a sus vecinos cuando preparaban las ofrendas a los difuntos. A pesar de que sus vecinos le decían que debía participar de la fiesta y llevar ofrendas a sus antepasados, él prefería encerrarse en casa.

Un año en que las lluvias habían llegado tarde, aprovechando la festividad de los muertos, el hombre aprovechó para trabajar en el campo. Salió de casa al amanecer para evitar a la gente y no tener que escuchar sus reproches por no llevar las ofrendas al cementerio.

Al atardecer, cuando regresaba a su casa, vio a mucha gente que caminaba en fila en su misma dirección. Observó que todos iban muy contentos y que llevaban las ofrendas en su mano. Entonces se dio cuenta de que eran difuntos. Conocía a alguno de ellos: unos ancianos amigos de la familia, unas chicas fallecidas en un accidente, y así más habitantes del Tampamolón que habían fallecido hacía años. Al fina de la fila caminaban sus padres, tristes porque no tenían ninguna ofrenda.

Al ver la tristeza de sus padres, le invadió la angustia por su egoísmo y fue a casa a preparar una ofrenda. Pero ya era tarde. Tendría que esperar al año siguiente para que los muertos regresasen al mundo de los vivos.

Y, cuenta la leyenda Huasteca que, fue tanta la angustia y la culpa del hombre, que a los pocos días murió de tristeza.


Esta leyenda me la contó cuando era pequeña la madre de una amiga. Ella es mexicana y sabe unas leyendas preciosas. Espero que si me visita algún amigo de México sepa perdonarme si no he sido muy fiel a la historia pero era muy niña cuando la oí.

Siempre me ha gustado la manera tan alegre y respetuosa con que tratan a sus muertos. En estos tiempos modernos en que en España se está instalando la, a mi modo de ver, espantosa tradición anglosajona del "jalogüin", envidio cómo conservan sus tradiciones los mexicanos.

Puntos de libro.

Abrovechando que he billado un batarro de brimera categoría y que no buedo salir de casa, he embezado a hacer una cosa que quería hacer hace tiembo. Escanear mis Buntos de Libro.

Vale, dejo el cachondeo y escribo en castellano saludable.

Comencé a coleccionar Puntos de Libro hace muchos años cuando una de mis dos librerías de toda la vida en Santander, la desaparecida Hispano Argentina , me premió con uno precioso por hacer un auténtico despilfarro de dinero en una tarde loca.

A partir de ese día, cada vez que compraba un libro escogía un punto de libro para él.

Y no sé cómo he llegado a esta situación pero me he convertido en una auténtica “puntoadicta”. Veo uno y la mano se me va a él como la mano de los niños al chocolate. Los busco en librerías, museos, exposiciones, Internet… Los tengo de todos los tamaños y materiales: cuero, madera, hechos con semillas, de plata, cobre, papel reciclado, metálicos, cerámica… Incluso tengo dos, que me costaron un par de sesiones de diálisis, que son dos óleos sobre lienzo hechos por un pintor parisino que exponía sus obras en la calle en Madrid.

Mis amigos y mi familia saben que me apasionan así que cuando van de viaje siempre se acuerdan de mí y me compran alguno. Algunos de los más bellos y originales que tengo se los debo a ellos.

Voy a tardar unos días en escanearlos todos pero, de momento, os dejo un adelanto. Espero que os gusten.




domingo, 25 de octubre de 2009

Cosas inexplicables.

¿No os ha sucedido alguna vez que encontráis en casa cosas que están fuera de su sitio y no os explicáis cómo han llegado a ahí? No es que suceda a menudo pero sucede.

Por ejemplo: ¿recordáis que hace unos meses pisé una bolsa de plástico que había en el suelo de mi cocina y que me dí un porrazo de aupa y me rompí la muñeca? Pues juro que no fui yo quien puso la bolsa ahí.

Otro ejemplo: Esta mañana cuando he abierto la nevera para sacar la leche me he dado cuenta de que en una de las baldas, junto a la cecina de León, estaban las llaves de mi coche. Yo no he sido, lo prometo.

Después de leer esto, muchos estaréis pensando que soy muy jovencita para tener estos “despistes” y que debería hacérmelo mirar por un especialista. Es lógico que penséis esto porque no sois cántabros. Si fueseis cántabros sabríais que, cuando suceden cosas como estas, no hay que preocuparse, no hay que sorprenderse ni asustarse, son cosas de duendes. Más concretamente de un duende conocido en nuestros hogares como “El Trastolillo”.

El Trastolillo es un duende doméstico de la mitología de Cantabria. Habita en nuestras casas y es revoltoso, travieso, juguetón.

Yo no le he visto nunca, aunque sé que anda por casa, pero quienes han tenido el privilegio de verle, o así nos lo quieren hacer creer, dicen que es pequeñuco, tiene cara pícara con ojillos verdes y unos colmillos retorcidos, es negro como el hollín, tiene pelo largo, un rabillo que a penas se aprecia y cuernecillos. Cuentan también que viste con un manto rojo hecho de cortezas de árbol cosidas con hiedra, que se cubre la cabeza con un gorro blanco y que se apoya en un bastón de madera.

Este travieso duendecillo se divierte tirando la harina, bebiendo la leche, escondiendo las albarcas, aflojando los pestillos de las ventanas en noche de viento para que rechinen, quemando los guisos….

El muy pillo, se ríe y se lo pasa en grande mientras hace sus trastadas pero, dicen, que si les coges “in fraganti” lloriquean arrepentidos y fingen lamentarse del estropicio causado.

Personalmente el duende me gusta, me resulta simpático el muy puñetero, pero hay quien no le quiere en casa y para evitar que entre tira garbanzos al suelo, así cuando el trastolillo entra resbala y se va. No sé si será eficaz la idea, pero a mí no me parece muy buena.

Así que ya sabéis, cuando ocurra algo inexplicable en casa no tenéis que preocuparos porque es cosa del Trastolillo que ha ido a visitaros.

¡Ah! Una cosa más. No todo es culpa del Trastolillo. Si metéis dos calcetines en la lavadora y al sacarlos sólo aparece uno, ahí no ha intervenido el duende. Los calcetines tienen tendencia a reencarnarse en mecheros dentro del bolsillo de un pantalón, o en esas monedas que atascan los desagües. Está más que comprobado ;-).


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sábado, 24 de octubre de 2009

Un regalo en la mañana.

La mañana ha despertado con melancolía de fado. El compás de la lluvia tocando en la ventana y el sonido de los pasos del agua caminando por el torrente, han llegado hasta mi cama para darme los buenos días. Me gusta la lluvia: me gusta cuando nocturna canta una nana para acompañar mis sueños, me gusta cuando me despierta repiqueteando alegre por la mañana, me gusta cuando silenciosa respeta mis momentos tristes o nostálgicos. Si, me gusta.

Al abrir la ventana mi mirada ha amado el color gris, casi azul, del cielo reflejándose en el mar. El día invitaba al paseo.

La ciudad me ha cautivado con su paisaje. Parecía una de esas fotografías antiguas en sepia que han sido, en parte, coloreadas. Caminaba por el casco antiguo, la temperatura agradable, las gotas de lluvia rebotando sobre mi paraguas para caer al suelo y salpicar frescas contra mi pantalón vaquero, apenas se ha cruzado en mi camino media docena de personas, las calles están perezosas. Al torcer una esquina la melodía de un saxofón me han desviado del camino para conducirme hasta el soportal donde se refugiaba un músico callejero. He entrado en un bar, he pedido dos cervezas y he regresado para sentarme junto a él. El músico ha agradecido la cerveza con un movimiento de cabeza y con una mirada me ha invitado a compartir su refugio.

Si, el día invitaba al paseo… y a escuchar un saxo.



"Mi saxo rojo" - Alejandro Kurt Dreckmann Lopomo

jueves, 15 de octubre de 2009

Déjate contar un cuento - Paula Farias.

Es curioso pero, a veces, tengo en las estanterías del olvido libros que en su día fueron muy importantes por la enseñanza que aportaron. Pueden pasar meses, años, sin que me acuerde de ellos hasta que, así como por arte de magia, sucede algo que me los trae de nuevo a la memoria y los recuerdo como si los hubiese leído dos horas antes.

Eso es lo que me ha sucedido esta semana, gracias a la “provocación” de
Senovilla y Angel Cabrera, con “Déjate contar un cuento” un libro maravilloso tanto por su contenido como por las fotografías que le ilustran.

Ayer, mientras me daba un atracón de mandarinas (o clementinas, que no consigo saber cuál es cuál, pero da igual están buenísimas) decidí volver a leerle de nuevo. Y así, con esta segunda lectura, me he dado cuenta de dos cosas:

La primera, que “Déjate contar un cuento” es un cofre lleno de humanidad. La segunda, que esa humanidad la enseñan no sólo los protagonistas de las historias sino también las personas que día a día ceden gratuitamente su tiempo y su amor por estos protagonistas.

Y en esas cavilaciones andaba yo, en pensar cuánta gente anónima y fantástica hay por esos mundos poniendo sus conocimientos y su tiempo a disposición de todas aquellas personas que lo necesitan, cuando va mi paisanuco
Tejón (que debe de tener algo de telepatía) y ese mismo día me descubre que en algún sitio de mi ciudad, puede que hasta cerca de mi barrio, vive una de esas personas. Se llama Elena y es enfermera voluntaria de Médicos del Mundo. Me cuenta mi paisanuco que Elena está pasando ahora por un mal momento y, por eso, he pensado que los que estos días hemos hablado de Solidaridad quizás podríamos darnos una vuelta por su casa para animarla un poquito. No sé pero creo que es justo dar un poco de cariño a quien tanto y con tanta alegría da.

Por la parte que a mi me toca, y ya que esta vez la “lianta” voy a ser yo, le dedico esta entrada con todo mi cariño y mi admiración por el trabajo que realiza.

Aquí dejo para ella, uno de los cuentos que forman parte de “Déjate contar un cuento”. Está contado por un niño que vive en uno de esos barrios, de la periferia de alguna ciudad, donde centenares de personas viven en los fondos más oscuros de la pobreza.

VIVO EN UN PUZZLE. Mi casa es un puzzle de colores. Está hecha de trozos de muchas cosas; maderas, trapos, latas, recortes de aquí y allá. Y resulta confortable, aunque a veces falten piezas y por los huecos se cuele el aire y los ruidos de la calle y todo.

Antes vivíamos en el pueblo y todo era más fácil, las casas eran de tierra y caña y si faltaba alguna pieza íbamos al monte a buscarla. Pero ahora no. Ahora si falta algo hay que salir a buscar al basurero de la esquina que es donde tiran todos los restos de los otros puzzles que ya no sirven para nada.

Mi casa es distinta de todas las demás. La casa de mi amigo Biko es un puzzle también, pero de otro juego. Sus piezas no encajan en la mía, o a lo mejor sí, a lo mejor es que al construir todo esto se mezclaron las cajas y por eso es todo de colores. Porque ya podía ser que toda mi casa fuera del mismo cartón y la de Biko de la misma lata, aunque así el barrio siguiera teniendo esa misma pinta de puzzle.

De todas formas a veces pienso que a lo mejor yo también estoy en el juego equivocado.

martes, 13 de octubre de 2009

jueves, 8 de octubre de 2009

Solidaridad.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra Solidaridad tiene el siguiente significado:

“Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”.

Yo, además hubiera afilado un poco más: “… actuando de forma voluntaria y sin pedir nada a cambio.”

Me explico:

Hay quien apoya/ayuda a otro y, como decía una vecina mía, “lo apunta en el libro de alcuerdos” para más tarde pedir cuentas. No sé vosotros pero para mí esto no es solidaridad sino mezquindad y ruindad dignas de las personas más despreciables.

Por otra parte, digo que la solidaridad debe de ser un acto voluntario porque ya empiezo a estar harta de escuchar la frasecita “qué poco solidaria eres”. Pero bueno, ¡y usted que leches sabe lo solidaria, o no, que soy yo! Yo me uno a las causas que considero justas y nobles. Y las otras, que las defienda quien así crea que es correcto hacerlo.

Hace unos días, gracias a un artículo de Carmen Posadas en la revista XL El Semanal, he descubierto a un grupo de personas que, a mi modo de ver, definen a la perfección la palabra solidaridad. Por si quieren visitarlas.

Ya sabéis que no suelo participar en memés, concursos, y cosas de esas, salvo que lo propuesto me parezca interesante, y que, si lo hago, intento relacionarlo con la lectura que es el mobiliario principal de esta casa. Para esta propuesta a la que nos animaron Senovilla y Angel Cabrera, he escogido de mi biblioteca dos libros solidarios a cuya causa si me uní y que os recomiendo con cariño.

- “Era media noche en Bhopal” de Dominique Lapierre y Javier Moro. Parte de los derechos de autor de este libro don para financiar acciones humanitarias en la ciudad indú de Bhopal, arrasada en 1984 por los gases tóxicos que se escaparon de una fábrica norteamericana de pesticidas y cuyo efecto fueron treinta mil muertos y quinientos mil heridos. Hoy, 25 años después, los ciudadanos de Bhopal siguen sufriendo las consecuencias de la fuga del pesticida.

- “Déjate contar un cuento” de Paula Farias con prólogo de Saramago. Paula Farias, coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras, hace un álbum fotográfico en forma de cuentos cuyos narradores son los niños quienes mezclan la fantasía con la esperanza de sus desoladoras vidas. 1 Euro del importe de cada libro es destinado a Médicos sin Fronteras.

Como verán ser solidario es actuar para ayudar/apoyar a otro que lo necesita, de forma voluntaria y sin pedir nada a cambio. De la manera que cada cual pueda, o quiera. Haciendo, no diciendo. Que hablar es fácil y cómodo.

lunes, 5 de octubre de 2009

Mercedes Sosa se nos fue.

“Y aunque me quiten la vida
o engrillen mi libertad
o aunque chamusquen quizá
mi guitarra en los fogones
han de vivir mis canciones en el alma de los demás”
(Coplas del Payador perseguido)

Recuerdo que era muy joven cuando oí por primera vez un disco de Mercedes Sosa. El disco, cuando aquello de vinilo, se llamaba “Mercedes Sosa en Argentina” lo recuerdo perfectamente porque es el único disco de todos los que tengo que, confieso ahora, he afanado. Ese día descubrí canciones como “Gracias a la vida”, “Como la cigarra”, “Sólo le pido a Dios”… y ese día decidí que yo también quería cantar esas canciones, con Poncho y tambor como ella. ¡Qué ilusa llega a ser la juventud!

Con los años fui adquiriendo todos los discos de la “Negra” Sosa que pude. Y sólo ella consiguió que el dinero ahorrado para comprar un libro fuese gastado en un disco.

Cada vez me gustaban más las canciones de esa argentina que llenaba mi habitación con su voz. Fui indagando y me encontré con que Mercedes Sosa cantaba lo cotidiano, la sencillez de su país y su gente, sus alegrías y sus sufrimientos. Que cantaba por un mundo más justo y equitativo, que le puso voz a la realidad latinoamericana y se la cantó al mundo. Y que por ello fue arrestada y silenciada y tuvo que abandonar su Argentina y marchar al triste, cruel e injusto exilio.

Y entonces comprendí que yo podría cantar sus canciones pero que nunca, jamás, podría hacerlo como ella lo hacía. Descubrí que mi ilusión de juventud era únicamente eso, una ilusión, porque lo que hacía que las canciones la “Negra” Sosa hiciesen brotar todos mis sentimientos a la vez no eran sólo la poesía de las letras o la música. No, señor, no era eso. La magia de Mercedes Sosa era que ella tenía las cuerdas vocales en el alma y hasta su tambor sonaba a latido de corazón. Eso es lo que la ha hecho siempre ser única e irrepetible.

Negra, hoy cada latido de mi corazón es una lágrima. Gracias por todo lo que me has enseñado pero, sobre todo, por haberlo hecho desde la fuerza de la música y la voz.

Descansa tranquila, negrita, lo hiciste perfecto.


viernes, 2 de octubre de 2009

El ángel orfebre.

Don Roberto Menetti trabajaba en el taller familiar de orfebrería, situado en el Ponte Vecchio, cuando las gotas comenzaron a golpear con fuerza los cristales. Un temblor recorrió su cuerpo y le hizo estremecer. Tenía veinte años cuando la lluvia abrió los diques del Arno y liberó las aguas que inundaron la ciudad de Florencia y la sepultaron bajo un denso manto de barro.

D. Roberto fue hacia la ventana y observó el río con recelo. Estaba creciendo. Recordó con dolor los días posteriores al “Aluvione”, cuando miles de voluntarios, llegados de todo el mundo, trabajaban en cadena para salvar pinturas, libros, todo el arte y la historia que Florencia había cuidado con cariño, durante siglos, entre los muros de sus iglesias, museos y bibliotecas. “Gli Angeli del Fango” así serían conocidos estos ángeles guardianes a los que toda la Toscana, y en especial Florencia, estarían siempre agradecidas.

Regresó a su mesa de trabajo y se sentó. Observó su trabajo: un maravilloso evangelio del S. XII encuadernado en oro, plata y piedras preciosas, en la tapa superior de la encuadernación los Magos de Oriente adoran al Niño Dios. Los Angeli del Fango lo habían encontrado debajo de una maraña de hierros, piedras y barro. Hoy, cuarenta y tres años después, D. Roberto Menetti, pulía los últimos detalles de la encuadernación antes de devolverle a las vitrinas de la biblioteca de la Casa Buanarroti.

La lluvia no cesaba. El orfebre tomó el evangelio entre sus brazos, le apretó contra su pecho cubierto por el guardapolvo gris que usaba para trabajar y elevando sus ojos hacia el cielo prometió proteger el libro, si hacía falta, con su vida.

jueves, 1 de octubre de 2009

Tango y Candombe - Patrimonio Cultural de la Humanidad.

“Quiero música, maestro, se lo pido por favor,
que esta noche estoy de tangos…
Quiero hacerle un expediente al corazón,
que tenga compás y canto.”
(Homero Expósito).


Ayer, 30 de septiembre de 2009, el Comité Intergubernamental de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial reunido en la Abu Dhabi declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad al Tango. También fue declarado Patrimonio de la Humanidad el Candombe, música de ritmo vivo de origen africano que llegó al puerto de Montevideo en el S. XVIII.

Para celebrar tan magnífica noticia, os dejo el vídeo promocional que la ciudades de Buenos Aires y Montevideo enviaron para la candidatura. El vídeo está formado por fragmentos de la película “El café de los maestros”.

Mis más cariñosas felicitaciones para Argentina y Uruguay. Comparto con ellos su alegría y su emoción. Si, hoy es un gran día.